Ya he advertido oportunamente a mis lectores de que el desconocimiento de un tema no resulta óbice para que opine sobre él. Por ende, la particular circunstancia de que no tenga ni la más pálida idea de lo que es un tanino, a qué huele el cardamomo o cual es la temperatura ideal para mandarse un bonarda, no me va a impedir hacer uso de la subjetividad para calificar cuanto escabio haga su camino por mi garganta.
En esta oportunidad, quiero referirme a un Cabernet Sauvignon cosecha 2008 de Finca La Linda, vino que debe andar por los treinta pesitos nada más, y que unos amigos me trajeron como presente tiempo atrás.
Dado que el chupi a conciencia es una experiencia que depende de las circunstancias de tiempo y lugar, del humor del bebedor, la meteorología, los resultados de la quiniela de Montevideo, el desempeño del lateral derecho de San Martín de Monte Comán la noche previa, la compañía y otros factores aleatorios, paso a comentar las características salientes de la oportunidad en que le hice justicia al susodicho totín, para ilustrar a la distinguida concurrencia.
Noche de jueves santo en mi casa, algo cansado después de una jornada de moderada actividad física. Bien acompañado por persona del sexo femenino, luz tenue, Diana Krall sonando de fondo. Temperatura tirando a fresca. En la mesa, estábase servido un chaw fan de camarones enviado gentilmente por unos amigos rotiseros del oriente lejano.
Hecha la composición espaciotemporal, les cuento la experiencia. Hincado debidamente el sacacorcho, procedo a destapar la botella, escuchando un agradable "ploc" indicativo de la perfecta conservación hermética de la bebida. Después del "glu glu glu" de rigor que indica el paso del vino de la botella a la copa, observo un líquido púrpura oscuro, consistente, de moderado espesor. Acercada la napia al escabio, se produce el primer problema: excesivo aroma a alcohol, que medio me voltea, pero de paso ayuda a alivianar los efectos de un incipiente resfrío. Ya con el líquido inundando el paladar, percibo cierta acidez aceitunada, un leve picor especiado, regusto a madera dura tipo roble. Así todo, el primer trago pasa por la garganta abriéndose paso con cierta facilidad. En la boca me queda esa sensación medio áspera que dejan los vinos de gusto concentrado. Lógicamente, los tragos subsiguientes pasan con facilidad aún mayor, pero eso siempre acontece una vez que el etílico ha abierto el camino.
Mi opinión general es que se trata de un vino agradable al paladar, pero no demasiado amable. Quizá habría sido menester hacerle caso a la etiqueta, y acompañarlo de un guiso pesadón o una carne marinada, en lugar de un arrocito chino. O mejor, cometer la deliciosa herejía de atacar la copa a puro golpe de sifón.
Conclusión: un vino so so -pronúnciese "sou sou"-, razonable para su precio, y que no queda mal como regalo ni para servir a las visitas.
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