martes, 10 de mayo de 2011

Comer, comer, comer

Hablé hace algún tiempo de esa nueva tendencia culinaria consistente en reciclar el viejo y querido bodegón porteño para convertirlo en lugar apto para la juventud canchera y desenfadada que pulula por la Reina del Plata. De tal modo, ahora la onda pasa por abandonar los rumbos new rich como Puerto Madero, Las Cañitas o los múltiples palermos, y adentrarse en alguna decadente cantina barrial devenida neobodegón, poblada de veinteañeros recién salidos de sus clases en el IUNA, diseñadores de objetos tales como sacacorchos eco-friendly u otras múltiples variantes de esa fauna que aparenta una vida relajada aunque no se sepa muy bien qué hace para pagar las cuentas.

El problema es que a medida que cualquier cosa se va palermizando, necesariamente va perdiendo su esencia para convertirse en una puesta en escena de si misma, una farsa montada para aparentar que se es lo que se ha dejado de ser o nunca se ha sido. En el caso de los neobodegones, lo que acontece es que terminamos presenciando una simulación de lo que es un verdadero bodegón, pero que ha perdido su gracia en el proceso de convertirse en parodia: las sabrosas y aceitosas milanesas pasan a ser milanesas aceitosas a secas, los parroquianos son reemplazados por tipos que hacen de parroquianos, y hasta la simpática grasitud que habría demandado décadas acumularse es reemplazada por vulgar mugre que no denota historia sino mera falta de higiene.

Afortunadamente todavía quedan lugares que se mantienen impolutos de tanto snobismo, y este humilde servidor está siempre dispuesto a descubrirlos y recomendarlos a su distinguida audiencia. En esta oportunidad, la recorrida gastronómica ha llegado al porteñísimo barrio de La Paternal, donde sobrevive un genuino reducto de la cocina ítalo-argentina, la "Cantina Chichilo".


El morfadero en cuestión se encuentra bastante perdido en una calle del barrio (Camarones esquina Terrero) y de afuera no invita demasiado a entrar. Digamos que si lo juzgamos por el lado estético, es el típico lugar que uno sabe que es una lotería: o es una genialidad o una absoluta porquería. Afortunadamente, pese a la decoración en tónica cocoliche, con cosas por todos lados (camisetas de fútbol, fotos familiares, polvorientas botellas de vino de hace un siglo y siguen las firmas) e higiene un tanto dudosa, el boliche de Chichilo está más cerca de lo primero que de lo segundo.

Superado el shock inicial, y una vez que la vista se acostumbra al logradísimo aspecto "decadente kitsch" del lugar, el segundo paso es adaptarse al particular servicio: un auténtico "atendido por sus dueños", en el que Cacho, el pater familias, medio que nos recomienda, medio que nos ordena, lo que habremos de comer. Aceptando la premisa de que el que manda es él, la velada se convierte en una experiencia más que agradable, y Cacho se ocupará personalmente de que todo esté en orden.

Pero vamos a lo importante: la comida. Porque si aceptamos abandonar toda pretensión estética y someternos a los dictados de un bolichero medio autoritario, es precisamente porque la comida lo vale, ¡y cómo! Lógicamente lo que ofrece Chichilo no se inscribe en la tendencia de la cocina molecular ni gana estrellas de la Guía Michelín, pero satisface a un cliente ávido de la buena comida italiana alla argentina que disfrutaban nuestros abuelos. Las pastas son exquisitamente caseras, y se acompañan de aceitosísimas salsas que tienen de rico lo que les debe faltar de saludables. En mi caso, le entré a unos tallarines con chorizos a la pomarola que mamma mía. Otros comensales incursionaron en sorrentinos y albóndigas y quedaron igualmente felices. De postre no me pude resistir: ¡merengues con crema y dulce de leche! Casi muero empalagado en el intento, pero sobreviví para recomendarlo. Todos los postres son un atentado hipercalórico y merecen ser probados. Las entradas están en unas bandejas sobre el mostrador, y consisten en diversos ingredientes (tomates secos, salamines, encurtidos, etc.) flotando en aceite, lo que me hizo desistir de su degustación, pero la gente que me acompañó se atrevió a ellos en otras oportunidades y sigue gozando de buena salud.

En conclusión, un comedero recomendable para ir con amigos (nunca, pero nunca, para intentar conquistar una damisela), con precios amables y sabores que recuerdan a esa Buenos Aires que alguna vez se convirtió en el hogar de tanos, gallegos, rusos, turcos y otros inmigrantes que la adoptaron como propia. Aconsejo llevar Uvasal.


Cantina Chichilo: Camarones 1901, Capital Federal. Tel.: 4584-1263/4581-1984.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

comer al cubo che? no sera demasiado? une extremo negativo ? :))
salute!

Roxy Indica dijo...

Querido doctor, he leído con deleite todo su post de hoy, pero al llegar al final, veo esa recomendación "entre paréntesis", de que Chichilo no sirve para conquistar a una dama... entonces, yo nunca seré una dama, porque si un festejante me lleva a ese lugar, le entrego mi corazón por completo! Las pastas caseras y el merengue con dulce de leche, a mi, me pueden. Y el ambiente familiar, tambien. Vamos, yo nací en Villa Lynch, no me van a conquistar llevándome a esos lugares palermitanos de nombres estrafalarios y platos mínimos con nombres larguísimos!
Me agarró hambre. Besos, doc!

natiti dijo...

buenas....descubrí este blog por recomendación de la divina de Aninka =) y como yo le creo todo lo que dice, ví luz y subí.Como dice otra divina: Roxy, yo soy una dama de morón, no estoy acostumbrada a esos "restó" intitulados "como te extraño clara" y esas cosas y esos platos enormes con 2 nano-sorrentinos y una ramita de perejil, con eso a mi no eh!soy una dama del buen comer! mas que "restó" te dan los restos!! saludos!!

Aninka Tokos dijo...

Chichilo, un deleite de paladar. Me sumo al coro de las chicas al decir que una dama puede ser conquistada en esa cantina. Ya lo dice el dicho: panza llena, corazón contento.
Salud!

Dr. Merengue dijo...

Estimadas, no se tomen a mal mi comentario respecto de que Chichilo no es lugar para invitar a una damisela. Visto y considerando las repercusiones favorables, y si mi dama no se ofende, la próxima vez que vaya las invitaré a las tres a compartir unos tallarines y tomar un vermouth.

Gonzalo Rossello dijo...

Me sumo a la hinchada del buen comer! Lo sumo a mi Guia alternativa Oleo, estos bodegones estan en peligro de desaparecer...

Saludos!