jueves, 20 de octubre de 2011

El triángulo de las bermudas

Existe cierto misterio alrededor de las bermudas. Y no me refiero precisamente a esas pintorescas islas caribeñas donde los gringos concurren a dorarse como camarones al sol, empinar el codo, jugar golf y realizar otros menesteres vacacionales, famosas también porque en sus adyacencias las embarcaciones, aeronaves, sulkys y otros medios de transporte suelen desmaterializarse sin explicación alguna.

Sin embargo, así como nadie sabe a ciencia cierta qué catzo pasa en esos lares en los cuales aparentemente perderse sin dejar rastro es más fácil aún que en Parque Chas, algo similar sucede con sus homónimas del mundo de la pilcha, que muy pocos saben llevar con gracia y masculina dignidad. Acalorados debates se han producido en torno al largo que deben tener, la tela con que conviene confeccionarlas, si es preciso que sean pinzadas y otros tópicos que dividen aguas tanto entre los entendidos como entre las gentes del pueblo. Sin ir más lejos, la muchachada del bar El Faro la otra noche se quedó discutiendo hasta altas horas de la madrugada -y la cosa casi se va de las manos con golpes de puño e invitaciones a batirse a duelo con pistola y sin padrinos- respecto de si es correcto o no vestir esos modelos llenos de bolsillos y que llegan bastante por debajo de la rodilla.

Como hombre de paz y modesto conocedor de estas cuestiones de la fashion masculina, quisiera en esta ocasión expresar algunas opiniones que, creo, contribuirán a zanjar estos peliagudos entreveros que desvelan a la humanidad en su conjunto y amenazan con alterar la paz bucólica de nuestras pampas.

En primer lugar, hay que dejar sentado que la bermuda es una prenda que tiene una ubicuidad temporal y un contexto propio en el cual se debe utilizar. Su uso debiera estar restringido a los días de calor sofocante y a momentos de sosiego. Se trata de un elemento propio de contextos informales, que claramente no es apta para el trabajo ni eventos sociales. Lo ideal es calzárselas para ir a tomar un vermú a la tardecita, o degustar una picada con amigos.

En materia de diseño, si bien por tratarse de una prenda informal hay un poco más de espacio para apuestas algo más jugadas en lo que hace a colores y estampados, el buen vestir marca que conviene ceñirse a cortes tradicionales, preferentemente rectos y no muy holgados -en particular cuando se es dueño de gambas delgadas-, y alejarse del exceso de bolsillos, cierres, costuras y otros adornos cuyo uso debería ser inmediatamente abandonado una vez cumplida la mayoría de edad.

El largo es una cuestión clave y no siempre comprendida. Es imperativo no caer en el corto excesivo típico de los shorts deportivos de la década del '70 -propio del Matador Kempes, pero no de un ser humano que pretende pasar una tarde de verano sin caer en el ridículo-, ni en el otro extremo que pasa largamente por debajo de la rodilla y es muy popular entre los delincuentes juveniles y los grandulones inmaduros que pasean en patineta por las calles de Palermo Bronx. Un ser humano sensato y ubicado opta siempre siempre siempre por la bermuda apenas arriba de la rodilla, y esa regla no admite ningún tipo de excepción.

Como mencioné anteriormente, hay mayor margen para el libre albedrío en lo que hace a colores y estampados. Lo típico es la bermuga beige, blanca o azul; pero colores como el naranja, el verde claro, el celeste y hasta el lila de seguro harán roncha en el bar del Rowing Club, e incluso he tenido noticia de que en algunos ámbitos muy distinguidos se abren paso con mucha fuerza las combinaciones con rayas o cuadros, siempre con la lógica moderación que caracteriza a mis lectores. Una bermuda de lino verde claro con botamanga, en combineta con zapatos naúticos y chomba en color manteca, puede fácilmente convertirse en un highlight de los atardeceres en el Delta.

Para cerrar, termino con algunas recomendaciones. En primer lugar, no ceder a los delirios de ciertos modistos lunáticos que quieren hacernos creer que se puede usar pantalón corto con saco y zapatos de vestir. Por otra parte, tener cuidado con el calzado -no creerse autorizado por la informalidad veraniega para salir con zapatillas deportivas o chancletas- y jamás -pero jamás de los jamases- cometer el delito de usar bermuda con medias.

Habiendo dilucidado estas complejas cuestiones, creo que el lector se encontrará capacitado para convertirse en un usuario responsable de bermudas, por lo cual puedo retirarme a continuar con la lectura de los clásicos y demás ocupaciones habituales.

Interesante propuesta de Hugo Boss. Hacer abstracción del saco y los zapatos.

Lacoste, en un ejemplo de como ser audaz sin perder el charme y la elegancia.

Polo Ralph Lauren Golf, para transitar los fairways con un toque chic.


2 comentarios:

Aninka Tokos dijo...

Estimado Doctor: No soy muy fan de las bermudas (en hombres y mujeres) porque considero que es una prenda que no favorece las formas. En nosotras, suele no contribuir a nuestro derrière; en los caballeros, deja expuestas pierna poco felices -muy flacas o demasiado peludas-. No obstante todo esto, las opciones que Usted contempló son más que atiandas siendo mi predilecta el modelo de Ralph Lauren.
Le dejo saludos sin calor y en pantalones largos!

Dr. Merengue dijo...

Querida Aninka, en ocasiones el uso de a bermuda es impuesto por la inclemente meteorología, sin perjuicio de lo cual coincido en que (particularmente en el caso de los hombres) deja expuestas partes de la anatomía bastante poco agraciadas. Por eso su uso debería quedar restringido a ocasiones sumamente informales.