lunes, 4 de julio de 2011

Fútbol, pasión de multitudes

Días atrás una reconocida firma de ropa deportiva -cuyo nombre no será mencionado debido a que no pudimos acordar el correspondiente cachet- me invitó a la presentación de unos productos con la excusa del inminente inicio de un torneo continental de football. En medio de los flashes, las bellas mujeres y el bochinche que suele acaparar ese tipo de eventos, uno de los contertulios se acercó para pedir mi opinión sobre el estado actual del popular deporte. Si bien en un primer momento pretendí evadir la pregunta dado que, desde la desaparición del glorioso Atlético Cipolletti de los primeros planos del fútbol nacional, no hay nada verdaderamente interesante para comentar en el panorama futbolístico local, la insistencia de los parroquianos finalmente me persuadió de solicitar al discjockey que baje la música para disertar unos minutos.
El "Bambi" Veira, "Llamarada" Eresuma, Miguel Angel Díaz y Carlos Martinoli, glorias del Cipolletti que goleó a Boca en el Nacional '77

Aclarado que no hablaría del paupérrimo presente de la selección argentina, ni del descenso de River Plate a la segunda división, me dediqué a exponer sobre la evidente decadencia del balompié como espectáculo en general y, en particular, la degradación estética que ha sufrido a lo largo de las décadas. Comencé recordando los tiempos en que el football era una pasión genuinamente popular que convocaba a multitudes que se deleitaban sanamente con la destreza de los players y el juego vistoso de los equipos que recurrían a la táctica 2-3-5 -dos backs, dos half por las bandas, un centrojás, dos wings, dos insiders y un centro forward-. En esa época el público asistía a los estadios de traje, corbata y sombrero, los conjuntos deportivos no estaban afeados por la publicidad y los jugadores se peinaban con gomina Brancato -nada de claritos, crestas ni otros engendros capilares de masculinidad dudosa-.

La "Máquina" de River: la era de oro del football
Con el transcurrir de los años, la decadencia generalizada de la sociedad también alcanzó al fútbol. El poder y dinero lo corrompieron. Los clubs fueron usurpados por bandas de mafiosos ávidas de lucrar con la pasión de los hinchas, aunque ello implicara desangrar las instituciones con sus turbios negocios. Las gradas se poblaron de energúmenos, de profesionales de la violencia al servicio del delito más vulgar y la política de baja estofa, que espantaron a las gentes de bien que sólo pretendían unos momentos de dispersión en familia. La estética futbolera se marginalizó al ritmo de la "cultura del aguante" promovida desde la prensa demagógica, la desesperación de los equipos por generar ingresos a través de la publicidad más grotesca -que compensara la depredación consumada por los dirigentes- y la debacle en la educación y los valores de todos quienes rodean al otrora bello deporte. De más está decir que los partidos perdieron paulatinamente su atractivo, y de ballets coronados por cataratas de goles devinieron en virtuales guerras, bodrios acaparados por el ceroacero y el pelotazo a la tribuna.

Nike tiene la culpa de haber convertido al sobrio botín negro en calzado apto para conjuntos de cumbiavillera
Talleres de Córdoba luciendo avisos clasificados en su camiseta
Afortunadamente, todavía queda alguna cosita de vez en vez que justifica encender la tevé o pagar una entrada. El pintoresco team uruguayo del último mundial, que a base de descaro y garra charrúa se ganó el cariño del mundo entero puede ser un buen ejemplo. A nivel individual, aún quedan personajes queribles como el Titán Palermo o el Loquito Abreu. En cuanto al aspecto estético, es bien poco lo que ha quedado, pero por ahí circula gente elegante como Pep Guardiola o Sir Alex Ferguson, y muy esporádicamente alguna firma de indumentaria sorprende con un diseño sobrio como el de las camisas con que Puma vistió a algunos equipos a principios de la década pasada.
Casaca suplente de Rosario Central, temporada 2002/2003: fútbol con botones
Pep Guardiola: un dandy en el banco de suplentes
Dicho lo cual, agradecí los aplausos, terminé mi Martini draidrai y partí raudo hacia otros menesteres, no sin antes pronosticar una interesante actuación de Crucero del Norte en el próximo Torneo Argentino A y recordar que por ninguna razón del mundo un hombre puede utilizar pantalones largos sin calcetines.

6 comentarios:

Aninka Tokos dijo...

No soy fanática del futbol (entiendo lo necesario como para meterme por segundos en una charla de hombres) pero lo que sí me compete es la moda y en lo que respecta a los futbolistas, dentro y fuera de la cancha, el factor común es la carencia de estilo.
El tal Pep Guardiola -desconocido por mi hasta ahora- es la excepción a la regla: se ve fantástico. Me remite a un ejemplo local, el Cholo Simeone, siempre prolijo y chic.
Las fotos retro son una joyita, Dr.
Saludos!

Gonzalo Rossello dijo...

Fubtol y moda son dos terminos que se empecinan en hacerlos funcionar y los resultados son desastrozos: desde las coleccion Calcio de D&G oRonaldo - que esta terrible - con mini prendas de Armani.... no no y no.

Cada uno con lo suyo, ellos que jueguen, los estilosos nos vestimos.

Saludos Dr. Merengue!

La Ninia Vreeland dijo...

Hola egregio Dr. Merengue, me pone de tan buen humor leerlo! Sus referencias a un pasado mejor me hacen acordar a momentos felices de mi primerísima infancia entre bombones de Corso de la calle Maipú, jamón glacé de Las Violetas y zapatitos guillermina con botón de Entile.
Ahhh qué tiempos! Gracias por el rescate emotivo...

Aninka Tokos dijo...

Dr. Merengue, ¿para cuándo un nuevo post? Se lo extraña en la blogósfera.
Saludos!

Dr. Merengue dijo...

Estimada Aninka, efectivamente Pep Guardiola es uno de los tipos mejor vestidos del football internacional. Le prometo que este fin de semana me pongo a escribir una nueva entrega, sucede que estos días anduve sumamente complicado con otros menesteres.

Querido Gonzalo, la combinación fútbol-moda, efectivamente suele dar resultados desastrosos. El patadura de Ronaldo, por ejemplo, ha sacado una línea de relojes que es más fea que pegarle a la madre. Igualmente, con toda probabilidad los peores ejemplos hayan sido Antonio Mohamed en los años '90, y los inefables racinguistas Hugo Lamadrid y Walter Fernández en los '80.

Estimada Ninia, los bombones de Corso son sin duda un monumento nacional, junto con los helados de la desaparecida Scannapieco en la Av. Córdoba y los huevos de Pascua de Los Dos Chinos. Larga vida a las buenas viejas épocas.

Sol dijo...

Morí con esta frase "Nike tiene la culpa de haber convertido al sobrio botín negro en calzado apto para conjuntos de cumbiavillera", terrible! Cuándo van a aprender que el football y la moda no se llevan bien!?? Pep Guardiola (cuya existencia recién conozco) parece la excepción!