domingo, 17 de julio de 2011

Con los pies sobre la tierra

Los detalles no son todo, pero marcan la diferencia. Soy de la clase de personas que piensan que un morfadero no se puede considerar high class si, por ejemplo, permite que las toallas se desparramen en el piso del toilette. O que una dentadura amarillenta y mal alineada puede convertir, ipso facto, a una bella y sensual señorita en un bofe mal cocido incapaz de generar el más mínimo impulso libidinoso. Del mismo modo, la diferencia entre un gentleman y un aspirante a linyera puede radicar simplemente en sus zapatos.

Noseporqué, pero mucha gente no le da al calzado la importancia que se merece. O si le da importancia, es simplemente para asegurarse que sea cómodo y no le apriete los juanetes. Pero, ¿qué clase de razonamiento es ese? Si en la vida todo pasase por el confort, sería lícito que las mujeres anduviesen de batón floreado y los hombres de chancletas. Evidentemente hay otros factores que pesan al momento de empilcharse, y de entre ellos la elegancia no es de los menos relevantes.

Señora: no le permita esto a su marido
Hay tipos que arruinan un outfit decente por todo lo demás, combinándolo con esos zapatotes horrorosos que venden en los supermercados. Por las calles del microcentro se ve mucho ese fenómeno: oficinistas con trajes baratos pero dignos, que demuestran la infelicidad de sus existencias -dado que hubieran preferido triunfar como goleadores en el football de las Islas Feroe o tocando el bombo en un conjunto folclórico antes que como jefes de contabilidad en una fábrica de rulemanes- a través de unas canoas espantosas de punta cuadrada con suela de goma y cámara de aire. Otro clásico son los alegres vejetes de camisa y jeans que quieren darse un touch de juventud recurriendo a zapatillas colorinches con resortes, de esas que usan los delincuentes juveniles.

De lo dicho, podrá Ud., estimado lector, extraer las dos primeras lecciones en materia de calzado: 1) Que un traje va preferentemente con zapatos de suela natural y punta estrecha -no hasta el punto de estrujar los dedos, por supuesto- o, a lo sumo, con suela de goma delgada, de no más de medio centímetro -hágame caso, vaya siempre a la zapatería con un regla, una cinta métrica u otro instrumento de medición-. 2) Que un blue jean, unos náuticos o un pantalón de gabardina no pueden ser jamás utilizados con calzado deportivo -en realidad, el calzado deportivo no debería ser utilizado nunca por un homo sapiens, excepto para la función específica para la que fue creado, esto es, hacer deporte-.

Incorporados estos dos primeros conceptos elementales, podemos pasar a algunas recomendaciones más específicas.

Así, para una ocasión formal peronotanto -digamos un almuerzo de negocios, pero no una gala en el Teatro Colón- podría recurrirse a un traje azul de pura lana con zapatos en dos tonos de marrón o, si el presupuesto lo permite, unos en cuero de pata de avestruz muy mononos que he visto en Mc Shoes:

Compre estos: las mujeres caerán rendidas a sus pies

Recomendado del Dr. Merengue: tengo unos igualitos a estos, de Oggi
La onda cashual es quizá un poco más complicada, porque muchos hombres descarriados tienen tendencia a caer bajo el canto de sirena de adefesios creados por Nike, zapatillas para gente que anda en patineta, o cosas por el estilo. En mi humilde opinión, el margen de error se puede reducir yendo a lo seguro: mocasines o zapatos náuticos. Este tipo de calzado no tiene por qué ser aburrido, y así hay opciones en piel de reptil o colores como el azul o el celeste -del verde loro, por favor abstenerse-, a saber:

Dos variantes de mocasines Guido que lo convertirán en un tipo canchero
Náuticos de Hush Puppies, no se si en la imagen se aprecia su bello color azul
Bueno estimado amigo, creo que con lo dicho hasta aquí le he dado algunas herramientas fundamentales para no pasar papelones por andar con las pantuflas Sufflé del nono o espantar a una señorita por caer con Adilettes en la primera cita. Si le queda alguna duda, puede buscar mi número en la guía telefónica o esperar hasta la próxima entrega. ¡Arrivederci!

lunes, 4 de julio de 2011

Fútbol, pasión de multitudes

Días atrás una reconocida firma de ropa deportiva -cuyo nombre no será mencionado debido a que no pudimos acordar el correspondiente cachet- me invitó a la presentación de unos productos con la excusa del inminente inicio de un torneo continental de football. En medio de los flashes, las bellas mujeres y el bochinche que suele acaparar ese tipo de eventos, uno de los contertulios se acercó para pedir mi opinión sobre el estado actual del popular deporte. Si bien en un primer momento pretendí evadir la pregunta dado que, desde la desaparición del glorioso Atlético Cipolletti de los primeros planos del fútbol nacional, no hay nada verdaderamente interesante para comentar en el panorama futbolístico local, la insistencia de los parroquianos finalmente me persuadió de solicitar al discjockey que baje la música para disertar unos minutos.
El "Bambi" Veira, "Llamarada" Eresuma, Miguel Angel Díaz y Carlos Martinoli, glorias del Cipolletti que goleó a Boca en el Nacional '77

Aclarado que no hablaría del paupérrimo presente de la selección argentina, ni del descenso de River Plate a la segunda división, me dediqué a exponer sobre la evidente decadencia del balompié como espectáculo en general y, en particular, la degradación estética que ha sufrido a lo largo de las décadas. Comencé recordando los tiempos en que el football era una pasión genuinamente popular que convocaba a multitudes que se deleitaban sanamente con la destreza de los players y el juego vistoso de los equipos que recurrían a la táctica 2-3-5 -dos backs, dos half por las bandas, un centrojás, dos wings, dos insiders y un centro forward-. En esa época el público asistía a los estadios de traje, corbata y sombrero, los conjuntos deportivos no estaban afeados por la publicidad y los jugadores se peinaban con gomina Brancato -nada de claritos, crestas ni otros engendros capilares de masculinidad dudosa-.

La "Máquina" de River: la era de oro del football
Con el transcurrir de los años, la decadencia generalizada de la sociedad también alcanzó al fútbol. El poder y dinero lo corrompieron. Los clubs fueron usurpados por bandas de mafiosos ávidas de lucrar con la pasión de los hinchas, aunque ello implicara desangrar las instituciones con sus turbios negocios. Las gradas se poblaron de energúmenos, de profesionales de la violencia al servicio del delito más vulgar y la política de baja estofa, que espantaron a las gentes de bien que sólo pretendían unos momentos de dispersión en familia. La estética futbolera se marginalizó al ritmo de la "cultura del aguante" promovida desde la prensa demagógica, la desesperación de los equipos por generar ingresos a través de la publicidad más grotesca -que compensara la depredación consumada por los dirigentes- y la debacle en la educación y los valores de todos quienes rodean al otrora bello deporte. De más está decir que los partidos perdieron paulatinamente su atractivo, y de ballets coronados por cataratas de goles devinieron en virtuales guerras, bodrios acaparados por el ceroacero y el pelotazo a la tribuna.

Nike tiene la culpa de haber convertido al sobrio botín negro en calzado apto para conjuntos de cumbiavillera
Talleres de Córdoba luciendo avisos clasificados en su camiseta
Afortunadamente, todavía queda alguna cosita de vez en vez que justifica encender la tevé o pagar una entrada. El pintoresco team uruguayo del último mundial, que a base de descaro y garra charrúa se ganó el cariño del mundo entero puede ser un buen ejemplo. A nivel individual, aún quedan personajes queribles como el Titán Palermo o el Loquito Abreu. En cuanto al aspecto estético, es bien poco lo que ha quedado, pero por ahí circula gente elegante como Pep Guardiola o Sir Alex Ferguson, y muy esporádicamente alguna firma de indumentaria sorprende con un diseño sobrio como el de las camisas con que Puma vistió a algunos equipos a principios de la década pasada.
Casaca suplente de Rosario Central, temporada 2002/2003: fútbol con botones
Pep Guardiola: un dandy en el banco de suplentes
Dicho lo cual, agradecí los aplausos, terminé mi Martini draidrai y partí raudo hacia otros menesteres, no sin antes pronosticar una interesante actuación de Crucero del Norte en el próximo Torneo Argentino A y recordar que por ninguna razón del mundo un hombre puede utilizar pantalones largos sin calcetines.